viernes, 19 de agosto de 2011

Aguirre, la Cólera de Dios (1972) – Werner Herzog

Al ver una película como Aguirre, debemos realmente sentirnos dichosos de poder contemplar tamaña obra. Disfrutamos de la primera de cinco colaboraciones de una alianza épica. Werner Herzog y Klaus Kinski, dos gigantes, trabajando mano a mano, en el inicio de algo que perdurará por siempre. Y lo prodigioso de este suceso se siente en cada imagen del filme. Ambos en su juventud, a plenitud de sus fuerzas físicas y espirituales. Kinski es aquí un jovencito comparado con otras etapas, pero es un jovencito desde ya demencial, lunático, pasional, lleno de furia, es ideal para esta película, en la que ambos probablemente descubrieron y sintieron que de ahora en adelante, sus mejores obras, sus mejores producciones se lograrían con la mutua colaboración entre ellos, su entendimiento era excelente, y acá tenemos a la primigenia piedra de ese entendimiento. Pese a que su relación fue sumamente tormentosa, este binomio alemán es responsable de algunas de las más memorables obras del cine contemporáneo germano, y es esta la primera de cinco joyas que el dúo nos obsequiaría, y además, es una producción ambientada en nuestra tierra, en la selva peruana, adicional aliciente.


El trabajo de Herzog para introducirnos en el ambiente, es excepcional, sus imágenes de la selva peruana, hace prácticamente hablar al paisaje, lo convierte en un personaje más dentro de la historia, algo característico en Herzog. Y es que Herzog siempre se caracterizó por lograr que el paisaje cobre vida, que nos transmita su sentir, y en esta película queda patente esa habilidad, destacando con furibundo ímpetu las escenas del poderoso río, que plasman la fuerza y el espíritu de la Amazonía. Asimismo los planos de las montañas, el trabajo de cámara, sello indiscutible de Herzog, que nos convierte en privilegiados exploradores de la Amazonía, nos facilitan mucho entender los momentos que atravesaba la expedición española encabezada por Gonzalo Pizarro (Kinski). Nos adentraremos en ella, y pasaremos por alto el hecho de una expedición española hablando alemán, para ver las relaciones y conflictos que tendrán lugar durante su ambicioso proyecto.





Pues bien, iniciada la travesía veremos un papel de Kinski con características que se harían también su santo y seña. El personaje completamente apasionado por su obsesión, la misma obsesión que lo terminará convirtiendo en un lunático; veremos que mientras se desarrolla la película, se desarrolla también el desequilibrio de Aguirre. El joven Kinski nos presenta una actuación soberbia, de esas que caen como anillo al dedo, impresionante ver y reconocer su persona artística, desde su juventud plenamente reconocible su sello. Y es que ese apasionamiento, esa locura de Aguirre, son exactamente el tipo de las características en un personaje que sacan lo mejor de este actor, son características que se complementan con la personalidad tan explosiva del irascible alemán, que le imprime una fuerza más que notable a su actuación, una sobrecogedora locura. Nos hará creer que estamos ante la presencia de un auténtico loco, cosa, que, ciertamente, no dista demasiado de la realidad. Una escena realmente estupenda es el momento en que Aguirre, sintiendo ya la presión de una empresa que no anda por buen camino, estalla en ira y es capaz de intimidar, y sacar de su camino a un caballo con un poderoso grito… ¡soberbio Klaus!



Pero su empresa está destinada a fracasar, los aborígenes van liquidando uno a uno, tanto a los miembros de la expedición, como a las ambiciones del español, veremos la gradual descomposición del grupo, y de la cordura de Aguirre. Los delirios finales del demente nos presentan su irremediable final, un final en el que el otro responsable de esta gran filme, Herzog, hace gala de su maestría, construyendo la historia de un modo más que creíble, en un ambiente más que hostil, notable el realismo y a la vez simplismo con que concreta el trabajo, la fuerza visual de su producción hace más épico el resultado. La secuencia final es excelente, memorable, la embarcación es invadida por unos diminutos simios, mostrándonos la perdición total del proyecto. Para cerrar el relato, Herzog nos regala un espectacular travelling del paisaje entero nuevamente, circunda el barco, a la vez que nos muestra, en ese mismo movimiento circular, la grandiosidad del escenario donde todo está tomando lugar. Herzog hace una última vez hablar y participar ese magnífico paisaje, lo convierte en un escenario parlante de la caída de Aguirre. Es un final estupendo, a una película estupenda. Agradezcámosles a estos titanes germanos tan deliciosa película. Para el que desee enriquecer su conocimiento sobre la relación de Kinski y Herzog, y del cine en sí, puede buscar y ver el documental de 1999 Mi Enemigo Íntimo - Mein Liebster Leind, excelente documental dirigido por Herzog y donde veremos de primera mano la dura relación de admiración-odio entre actor y director, con invaluables escenas y anécdotas de sus 5 películas juntos, y donde incluso registra uno de los famosos ataques de cólera de Kinski. Realmente enriquecedor y recomendable filme que nos ayudará a comprender y sentir más la genialidad de ambos artistas. Severo obsequio fílmico, nacería una alianza dorada. Filme necesario, ciertamente necesario.

 

2 comentarios:

  1. ¨peor es un jovencito demencial,¨ WTF and OMG...! xD

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  2. Mira el parecido con la realidad, la historia es buena, una síntesis perfecta de casi toda su vida, no muy exacta pero correcta. Lope de Aguirre estaba muy loco, quemó.

    http://es.wikipedia.org/wiki/Lope_de_Aguirre

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